El “bien” es una frecuencia,
una onda vibratoria,
y sintonizas con ella…,
o sintonizas con otra.

Si tu actitud interior
es moverte hacia ese estado,
el cambio que en ti se opera
es grandioso…, y de inmediato.

Porque es tu propia energía
lo que la Vida refleja:
¡sólo es la huella de ti
lo que contemplas “afuera”!

Con ese conocimiento
consigues mucho mejor,
cultivar adentro tuyo
la frecuencia del amor.

Y entonces, ya no lo objetas
al constante criticón:
sabes que te está “leyendo”
de acuerdo a su vibración.

Y así, su murmuración,
nunca será “tu problema”:
¡es un problema de él,
y de la energía que lleva!

Simplemente le sonríes…,
porque su maledicencia
no tiene “de qué agarrarse”
con tu cambio de conciencia.

Y al saber “de qué se trata”,
puedes darle por respuesta
ayuda, bondad, afecto,
amparo y benevolencia.

¡“No juzgar”!, es tu consigna,
porque no conoces nada
de lo que al otro lo lleva
a la acción equivocada.

Y así se reconfigura
de una forma definida
y de una bella manera,
tu modo de ir por la vida.

Ya no vas serio: sonríes…
ya no más hosco: gentil…,
fraterno en vez de egoísta,
y agradable en vez de hostil.

Has elevado tu forma
de andar vibratoriamente,
y como “lo diferente”,
atrae “lo diferente”,

el Universo lo siente,
y hace fluir hacia ti,
la ayuda que necesites
en tu paso por aquí.

¡Porque todo cambia “afuera”,
(y adentro tuyo también),
cuando vibras, compañero,
en la frecuencia del bien…!