Si tú eres de esas personas
a las que el criterio ajeno
con sus críticas o sornas
no lo deja estar sereno,

entonces hoy te suplico
que en circunstancias así,
recuerdes lo que ahora indico,
y declares para ti:

“¡Podrán decir lo que quieran
que ya no habrán de afectarme,
pues lo que viene de afuera,
ya no consigue alterarme!”

“Nada me inquieta realmente
ni me ocasiona dolor,
¡porque vivo de La Fuente
que palpita en mi interior!”

Cuando sientes que en tu Centro
vas rebosante de Paz,
sabes que ya eres por dentro
impermeable a lo fugaz.

¡Y no es alardear que nadie
puede causarte algún mal!:
es permitir que en ti irradie
tu Esencia…, ¡que es inmortal!

Y aquí no estamos hablando
de “insensibilidad”,
¿de qué aquí estamos tratando?:
“¡de inafectabilidad”!

¿Cómo se logra ir viviendo
sin que ya nada te abruma?
¡Es muy simple!: distinguiendo
el “hecho en sí”…, ¡de la bruma!

Y es que nada puede agriarte
cuando al fin consigues ver,
¡que no pueden lastimarte
si Tú no les das poder!

Y al irradiar tales señas
sin prisa y sin ansiedad,
sin proponértelo enseñas
lo que es la Serenidad.

Y tu andar por este templo
así, no habrá sido en vano:
serás, sin buscarlo, ejemplo
de bondad con cada hermano.

Y cuando te toque ir yendo
por detrás del Gran Tapiz,
¡habrás de partir sonriendo,
desapegado y feliz!