En su más íntima trama,
la vida es un holograma
en el que estamos inmersos,
y es siempre tu percepción
la que hace la selección
de lo que entra en tu universo.

¡No importa tu circunstancia!:
tú modelas la sustancia
que plasma tu realidad:
por eso al andar aquí,
sólo depende de ti
irradiar felicidad.

Igual que el zoom de la lente
que en tu cámara se extiende
para agrandar lo que enfoca,
también tu vista expandida
puede abarcar más la vida
y enriquecer lo que toca.

¡Y hay tanta belleza a mano
al mirar lo cotidiano
con esa nueva visión,
que hasta te suena a quimera
cuando usas por vez primera
tan ampliada percepción!

Y es que tu punto de vista
pasa a ser el de un artista
que contempla todo el cuadro,
y en esa instancia sagrada,
¡no hay nada, mi amigo, nada,
que no parezca un milagro!

Encuentras en cada cosa
-desde una nube a una rosa-,
la dulce mano de Dios,
y tu alma se queda absorta,
tu respirar se entrecorta,
y se enmudece tu voz…

Y feliz, alzas el vuelo
hacia esa porción de Cielo
que nunca más se te esconde,
inmerso en la maravilla
de estar sentado a la orilla
de otra clase de horizonte.

Y al ir de instante en instante
con la mirada brillante
celebrando lo ordinario,
cada día de tu vida,
sin límite ni medida,
¡se te vuelve extraordinario!