Brindo por ti, camarada,
que no te enojas por nada
de lo que hagan los demás,
porque alcanzaste ese centro
que sólo se encuentra adentro
de un corazón que está en paz.

Brindo por ti, compañero,
por no darle en tu sendero
poder a las apariencias,
viendo en las dificultades
tan sólo oportunidades
para crecer en conciencia.

Por ti, que en cada ocasión
ves que en tu interpretación
se esconde tu mayor prueba,
y por eso, en tu andar diario,
eliges, de tu escenario,
la perspectiva que eleva.

Brindo por ti, que no evitas
enfrentarte con tus cuitas
y las tratas sin temor,
y si algo oscuro te envuelve
al instante lo disuelves
con la Luz en tu interior.

Y brindo por que te alejas
de tu ostracismo y reflejas
con impecable criterio,
que la vida espiritual
se vive en el mundo actual,
y ya no en un monasterio.

Por ti, porque sin desmayo
ves que este “campo de ensayo”
donde rige el bien y el mal,
es un sueño bien urdido,
una “ilusión con sentido”
para trascender lo dual.

Y entonces pintas tu día
de una serena alegría
desde el lunes al domingo,
y entre la risa y el llanto,
y entre lo mundano y santo,
ya no haces ningún distingo.

Y ahora, el brindis más bello:
¡brindo por todos aquellos
que van silenciosamente,
esparciendo en todos lados
-cual Ángeles camuflados-,
la Compasión de La Fuente!