¡Yo te perdono…!, por todo tu maltrato…,
por tanta hostilidad…, tanto desaire…,
por tanta nube gris llenando el aire…,
por tanta iniquidad…, tanto mal rato…

¡Yo te perdono…!: lo hago por ti…y por mí…,
porque si te condeno y te regaño,
termino provocándome más daño…,
¡y no quiero seguir sufriendo así!

¡Yo te perdono…!, y lo que me mueve,
es que tú ignoras que con tu desdén,
te hieres de algún modo tú también…
¡pues somos copos de una misma nieve!

¡Yo te perdono…!, y con humildad,
mi corazón te dice: “¡ve a la luz!,
abandona la carga de tu cruz…,
y suelta el fardo de tu hostilidad…!”

¡Yo te perdono…!: sé que en esta instancia,
por algo apareciste en mi camino…;
¡tal vez quiso obligarme mi destino
a practicar así la tolerancia!

¡Yo te perdono…!, y lo hago a un lado al ego…,
¡y si ya no hay más ego, no hay herida!,
y entonces me doy cuenta que la Vida
me está enseñando qué es el desapego…

¡Yo te perdono…, sí…!, y te agradezco,
porque siento que al darte mi perdón,
se abre como una flor mi corazón
hacia la plenitud que me merezco…

Por eso, aquí y ahora…, y sin encono,
te traigo al escenario de mi mente…,
y luego de abrazarte suavemente…,
te suelto…, te libero… ¡y te perdono…!