¡Me desconciertas, compañero!:
recién te acaban de informar
que aquél estudio no fue bueno…
¡y tú te pones a bailar…!

Pero además, amigo mío,
no tienes ya ni para el pan…,
te han despedido del trabajo…,
¡y tú… cantando con afán…!

Y como si ello fuera poco
en tu tragedia de vivir,
hoy tu pareja te ha dejado…,
¡y tú no paras de reír…!

Me cuesta, amigo, comprenderte:
cualquier persona en tu lugar,
no dejaría ni un instante
de lamentarse y de llorar…

¿Qué es lo que dices, compañero…?
¿Que si te sueltas… y confías…,
la Vida misma te sostiene…,
pues le hace falta tu alegría…?

¿Que cada vez que le sonríes
a lo que tenga que pasar,
es la Existencia quien te pide
que la acompañes a danzar…?

¿Que nada puede ya inquietarlo
al que ha cambiado su actitud,
y hace del día una plegaria
de regocijo y gratitud…?

¿Que en cualquier parte estás a gusto,
y cada sitio es “tu lugar”,
pues si te encuentras a ti mismo,
ya no hay más nada que encontrar…?

¿Que tu verdad la llevas dentro,
y cuando escuchas su canción,
sabes que eres invencible
en la quietud del corazón…?

¡Es muy extraño lo que dices:
nunca escuché un mensaje así…!,
¡pero te envidio, compañero,
por la alegría que hay en ti…!

Y aunque no entiendo de qué hablas
en tu locura singular,
te pido, amigo, que me enseñes…
¡que yo también quiero bailar!