Habrá de llegar el día
en que será el velatorio,
un tiempo celebratorio
de brindis, y de alegría.

“¿Pero de qué estás hablando?
¿De un velorio con festejos,
cuando es mi querido viejo
al que ahora estoy velando?”

Es justamente por eso,
por tu amor tan verdadero,
que es preciso, compañero,
que comprendas el proceso.

Tu pesar le da trabajo
al que se halla en transición:
los lazos de tu aflicción
lo retienen aquí abajo.

Y no quisiera ser cruel,
pero si sufres así,
¡tu sufrimiento es por ti,
porque te quedas sin él!

El amado que partió,
es ahora una Luz pura,
y disfruta una hermosura
como nunca conoció.

Si pudieras escucharlo
te hablaría de su paz,
y de que no sufre más,
y que dejes de llorarlo.

¡En la muerte no hay veneno!:
es un cambio de frecuencia,
un retornar a la Esencia
de un modo dulce y sereno.

Al alma nada la encierra:
es sólo un traje gastado
con su ciclo terminado
el que queda bajo tierra.

Y en ese eterno viajar
en que la conciencia flota,
el Mar, que jugó a ser gota,
otra vez vuelve a ser Mar…

Y si es sólo un envoltorio
lo que marcha al cementerio…,
entonces…, ¿por qué estar serios
y llorar en el velorio?

Cuando la gente comprenda
que el cuerpo es tan sólo un vaso,
festejarán el traspaso
de quien se cambia de senda.

Y será un tiempo de risas,
de cantar alborozados,
y de sentirlo al amado
en el beso de la brisa.

Y de un modo natural
el Ser de quien ha partido,
contemplará agradecido
su festivo funeral…