Un diamante arrojado sobre el rostro
seguramente te causará una herida,
pero dado en tu mano con dulzura
¡puede ser el regalo de tu vida!

Del mismo modo, amigo, tus palabras,
si se visten de mieles, o de agravios,
pueden ser proyectiles que lastiman…,
¡o palomas que brotan de tus labios…!

¡Pero no sólo afectan a quién las oye
con su roce de pluma…o bisturí…!:
cada vez que a un hermano le dices algo,
te lo dices, amigo, ¡también a ti…!

¡Por eso es poderosa tu palabra!:
ella crea… o destruye…, enferma… o sana…,
y va reprogramando tu ADN
con su puñal…, o con su filigrana…

Y cuando las empleas en plegarias,
en cánticos, en mantras y oraciones,
al reflejar tu estado de conciencia,
¡llevan la carga de tus vibraciones!

Y si además transportan tu intención,
liberan energías poderosas,
que impactan en tu mundo circundante
y cambian la estructura de las cosas…

¡Vigila tu lenguaje, amigo mío…!,
porque con él modelas tu existencia,
y permites que el ego sea tu amo…,
o que tome las riendas tu Presencia…

¿Cómo son tus palabras, compañero…?
¿Son amigables…, o son acaso duras…?
¿Son puños que lastiman como arietes…,
o flores que repartes con ternura…?

¿Lo elevan y empoderan a tu hermano…?
¿Te elevan y empoderan al decirlas…?
¿Son trinos que desgranan su belleza…,
o explosivos que esparcen sus esquirlas…?

¡Que las palabras siempre dejan huella!:
si son hirientes…, quedará un costurón…,
más si son elogiosas y elevadas,
¡dejan un beso sobre el corazón…!