¿Dónde está escrito que tu vida es lo que es,
y que dependes siempre “del afuera”,
pues solamente existe lo que ves,
y nunca puede ser de otra manera?

Yo he visto una Escritura muy distinta:
una que dice que tú eres tan grande
y tan valioso como tú lo elijas,
y que en tu corazón siempre te expandes.

¿Dónde está escrito que eres un Don Nadie,
un sujeto pueril, débil, pequeño,
que no permite que su fulgor irradie,
y no se anima a cobijar un sueño?

Yo he visto una Escritura que se asombra
por la manera en que moldeas tu arcilla,
y el modo en que transformas cada sombra
en esa luz que para siempre brilla.

¿Dónde está escrito que eres impotente,
un alguien sin valor ni relevancia,
víctima inerme de tu propia mente,
y sin poder sobre tu circunstancia?

Yo he visto una Escritura que confiesa
su admiración por ti, por tu osadía
de vivir repartiendo con grandeza,
el milagro vital de la alegría.

¿Dónde está escrito que es más confortable
vivir seguro dentro del rebaño,
pues de ese modo es menos probable
que algo del mundo pueda hacerte daño?

Yo he visto una Escritura diferente
que se emociona con tu virtuosismo,
al ver cómo abandonas la corriente
y te animas por fin a ser tú mismo.

¿Dónde está escrito que tú no posees
el poder de elegir tus emociones,
y quienes determinan lo que sientes
son los demás… o son las situaciones?

Yo he visto una Escritura complacida
de verte sonreír ante un agravio,
y encarar los tropiezos de la vida
con una cancioncilla entre los labios.

Si acaso, amigo, en lo que has visto escrito,
notas que se habla de aquello que aún te falta,
yo he visto una Escritura en lo Infinito
que habla de ti, en tu versión más alta.