Va sobre el muro la hiedra
con su color verde oscuro,
mientras por dentro del muro
ya “algo” palpita en la piedra.

Y el escultor soberano
-el que ve desde su centro-,
ya está mirando por dentro
lo que no ve el ojo humano.

¡Mira una obra acabada
total y completamente:
la ve perfecta en su mente,
ya lista, ya terminada!

Y entonces allí retira
solamente lo que sobra,
mientras dirige su obra
el Ojo Interno que mira.

Y cada trozo que quita
certeramente del bloque,
es una “piedra de toque”
que lo lleva a la pepita.

De igual modo suavemente
tú pules en tu interior,
lo que del Yo Superior
te aleja constantemente.

Retiras bloques de heridas,
de yerros, de pequeñeces,
y dejas lo que engrandece
tu paso por esta vida.

¡Escultor de tu sonrisa,
cómo admiro tu talento
para conseguir que el viento
se vaya volviendo brisa!

Tú, con tu cincel alado
y tu divina locura,
haces que tu noche oscura
se vuelva un cielo estrellado.

Y de esa manera así
consigues lo más valioso,
lo más bello y luminoso:
¡te vas cincelando a Ti!