En este mundo loco, -este extraño amasijo
de sendas que se enlazan y destinos cruzados-,
se marcharán tus padres…, se alejarán tus hijos…,
¡más yo, que soy tu Vida, no me iré a ningún lado…!

¡Siempre estaré contigo…, hasta tu último aliento…!,
sin importar si el viaje es más corto…o más largo…,
pero andando el camino, una cosa pretendo…,
¡y es que lo hagas a un lado a ese rictus amargo!

¡Por eso es que hoy te tomo con fuerza de los hombros,
y demando y exijo que me tomes en serio…!:
¡quiero que te levantes por entre tus escombros,
y que vayas cantando camino al cementerio!

¡Reclamo que despejes de una vez tu mirada!,
y que cambies por risas tus constantes enojos…,
que encuentres primaveras donde otros no ven nada…,
y que duendes alados te iluminen los ojos…

¡Y te exhorto a que dances, como un alucinado,
la música que toco para ti cada día…!,
¡que sólo si me bailas totalmente entregado,
puedo yo transmitirte mi preciosa energía…!

¡Pero además pretendo que expandas tu conciencia…,
que atrapes el instante, antes que se te escurra…,
que por fin te contactes con tu Magna Presencia…,
y que su voz escuches cada vez que susurra…!

¡Soy tu vida…!, y -lo sabes-, no duro cien mil noches…;
en tu pulso, una tarde, dejaré de latir,
y no me gustaría que ese día me reproches:
“¡¿te vas…y ni siquiera me enseñaste a vivir…?!”.