Donde aplicas tu conciencia…,
donde tu atención se posa…,
¡allí creas tu experiencia,
sea feliz…o dolorosa…!

¡Siempre eres tú el que provoca
tus lágrimas… o tus risas…!,
porque aquello en que te enfocas…,
con tu enfoque lo energizas…

Si piensas en resbalones,
es probable que te caigas…,
que en lo que tu mente pones,
¡eso será lo que atraigas!

Y vigila las palabras
que te llevas a la boca,
porque aquello de lo que hablas…
¡sin darte cuenta lo invocas!

Por ejemplo…, cuando expresas
“¡no quiero más estar triste!”,
a esa impronta de tristeza
¡ya tú mismo la atrajiste…!

En cambio, cuando te dices
“¡qué bien que por fin me siento!”,
haces a un lado los grises
y hay fiesta en tu pensamiento…

Y es que una etérea plantilla
suavemente toma forma,
cuando una idea-semilla
cae en el molde de tu horma.

Porque de un modo ajustado
-para bien…o para mal-,
¡tu mundo es un duplicado
de cada cuadro mental!

Por eso…, si es que deseas
hacer realidad un sueño,
es necesario que “veas”
ya terminado el diseño…

No empieces por el comienzo:
¡comienza por el final!,
y obsérvalo como un lienzo
pintado en forma genial…

Luego olvida el policromo
de ese cuadro suave y terso,
¡y deja que de “los cómo”
se haga cargo el Universo!

Simplemente suelta todo…,
no interrumpas lo que fluye…,
¡sabiendo que de algún modo
tu sueño ya se construye…!

¡Siempre se plasma la idea
que en tu cabeza reposa…!,
tú lo piensas…, tú lo creas…:
los pensamientos… ¡son cosas!