Tú me comentas, querida amiga, que te percibes muy sola y triste,
que ya no encajas en ningún sitio, que ya no sabes cuál es tu hogar,
y que este mundo en el que vives no es ese mundo que tú quisiste,
y al ver tus sueños hechos pedazos tanta congoja te hace llorar.

Y es evidente lo que te pasa: ¡tienes “nostalgias del paraíso”!,
de un mundo bueno, de un orden puro, de un trato amable lleno de amor,
y te preguntas casi ofuscada: “si Dios existe por qué es que hizo
que todo fuese de esta manera, con tanta sombra, tanto dolor…”

Y te rehúsas a formar parte de una frecuencia de realidad,
a la que sientes como una cárcel que va oprimiendo lo hermoso en ti,
y al cielo gritas y le reclamas: “¡o me devuelves mi libertad,
o te lo advierto: bajo estas reglas yo ya no quiero seguir aquí!”

Pero esa cárcel está en tu mente: tu pensamiento te aprisiona
en el Sistema de Creencias de esta Matriz Dimensional,
y es tu Ser puro, tu Ser más alto, ese que nunca te abandona,
el que te invita a que te eleves hacia otro plano quintaesencial.

Sólo es preciso que alces el vuelo, usando, amiga, tus alas nuevas:
son alas hechas de una luz blanca que es invisible para los ojos;
más sólo sabes que las posees cuando las usas, cuando aleteas,
y desde arriba ves sorprendida que no hay prisiones y no hay cerrojos.

¿Cómo las abres y te deslizas serenamente por el azul?
Se te ha enseñado que solo existe lo que percibes sensorialmente,
más cuando dejas tal paradigma y de los velos corres el tul,
entras a un vórtice vibratorio desconocido para tu mente.

Y pensamientos de alta frecuencia desde otro plano te van llegando,
y sensaciones de algo inefable dejan sus huellas sobre tu Ser,
y ya no importa ni lo que pasa, ni cómo, dónde, con quién o cuándo:
sólo te importa beberte el cielo…, y estremecida… ¡agradecer!