Cuando en las noches te da por mirar
la maravilla del cielo estrellado,
no puedes nunca dejar de pensar
“dónde se halla mi Hogar bienamado”.
Y hay en tus ojos un brillo especial,
y un sobresalto interior atestigua,
que aunque simules ser alguien normal,
tú sabes bien que eres un alma antigua.
¡No eres de aquí!,
pero en tu largo andar,
se te olvidó
tu origen estelar.
La densidad
en su red te atrapó,
y sin querer
la amnesia te ganó.
Sientes en tu interior
la remembranza azul,
de un planeta de amor
y de un cuerpo de luz…,
“¿¡por qué es que estoy aquí….?!
-grita tu corazón-,
¡tiene que haber una razón!”.
“¿Adónde está mi Hogar,
por qué es que abandoné
mi familia estelar?
¡quiero saber por qué!”
“¿Es esto una misión?
¡cómo es que no lo sé!
adonde está
lo que he dejado atrás…,
tal vez, será,
que ya no volverá…”
Y allí “algo” en ti,
susurra en tu interior:
“el que tú estés aquí
es un acto de amor”.
“Porque si bien
tu traje es terrenal,
tú ya presientes que
tu origen es
de otro lugar…”
“Y lo que impulsa la actual Ascensión
-sigue la voz que tu pena amortigua-,
es la pureza de tu vibración,
y la de todas las almas antiguas”.
Y ahora en las noches de negro satén,
cuando palpitan lejanos los astros,
miras al cielo y lo escudriñas bien
buscando una estela de rastros.
Y lentamente comienzas a ver
ciertos destellos dejando una traza,
y se estremece de gozo tu Ser…,
ante tu senda de regreso a Casa…