Mírame, compañero, por favor…,
no trates de desviarla a la mirada
que a mí no puedes ocultarme nada,
pues sé lo que sucede en tu interior.

Conozco tu profundo desaliento…,
tu tremendo cansancio con la vida,
y sé de lo insondable de tu herida
aunque te guardes todos los lamentos…

Sé bien que no le encuentras ni un sentido
a esto de andar sólo por ir andando,
y ver cómo el cortejo va pasando,
cada vez más perplejo y confundido.

No hallar significado a la existencia
ni vislumbrar propósito en tus días,
sintiendo que tu alma está vacía…,
esa es, hermano, la mayor carencia.

Y sé lo que se siente, amigo mío,
porque al igual que tú, lo he atravesado:
lo conozco muy bien a tal estado,
pues le he visto la cara a ese vacío.

Pero ya es hora de dejarlo atrás
poniendo en marcha tu reconexión,
¡que esa es la forma en la que el corazón
gozosamente vuelve a estar en paz!

¡Pues tu desconexión es en el fondo
lo que mantiene vivo al desaliento!,
por eso es que te invito: ¡haz el intento
de llegar dentro tuyo a lo más hondo!.

Y ni siquiera hace falta empeño,
tan sólo alcanza con Intención pura,
¡pues la Divinidad ya está en tu hechura!,
y querer encontrarla… ¡es por diseño!

Tu Ser Interno percibe tu Intención,
y de manera suave y elegante
te hace llegar inspiración-diamante:
¡esa que hace brillar el corazón!

Y anclado al fin en esa sintonía,
tu vibración se volverá mas pura,
y volarás, amigo, a tal altura,
que le verás el rostro a la Alegría.

Y un día habrá tal luz en tu interior,
que para que me eleve tu mirada,
habré de suplicarte, camarada:
¡mírame, compañero…, por favor…!.