Sea sólo… o acompañado…,
apacible… u ofuscado…,
tiritando… o con abrigo…,
en la montaña… o la playa…,
por donde quiera que vayas…
¡llevas tu jardín contigo!

Él crece en tu corazón…,
-¡rosa…, gladiolo…, malvón…,
violeta…, orquídea…, clavel…!-
y lo que pueda pasar,
ya no te llega a afectar
cuando estás en tu vergel…

Pues allí, en medio de flores…,
¿adónde están tus dolores,
tus miedos y tus tristezas…?
¿Quién, entre tantas fragancias,
no ve que sus circunstancias
se saturan de belleza…?

Y si va contigo puesto…,
¡pues ponlo de manifiesto
sin importar la ocasión!:
es tu edén particular,
y lo puedes activar
con sólo una inhalación…

Busca su dulce cobijo,
y hallarás un regocijo
que no conoce de fin…,
que en esta senda azarosa,
¡no tenemos otra cosa,
aparte de este jardín!

Con su elevada energía,
él es una epifanía
de altísima vibración:
allí trasciendes la mente,
y te sales suavemente
de este plano de ilusión…

Por eso, cuando la vida
se muestre descolorida,
recuérdalo, buen amigo:
¿por qué aceptar un desierto,
desolado, mustio y yerto…,
si tu jardín va contigo…?