“Estar en casa”, amigo, ¡es aceptarlo todo!,
es el sentirse a gusto, se esté donde se esté…;
es disfrutar del pasto, de la nieve, y del lodo…,
y agradecer “lo nuevo”…, como lo que “ya fue”…

Es hacer a un costado todos los “debería”,
y recibir las cosas así…, tal como son…,
y es sentir que si te abres a lo que trae el día,
¡cualquier cosa que traiga te alegra el corazón!

Es que nada en tu mundo pueda tenerte en vilo,
-ni la plena abundancia…, ni la mayor carencia-;
es manejar tú mismo de tu vida los hilos,
y es permitir que fluya la luz de tu conciencia.

Es abrazarlo todo desde tu ser interno,
desde el amor más puro, más incondicional…,
y es amar el verano tanto como el invierno,
sintiendo que a su modo resplandecen igual…

Es brindar tu fragancia…, como brinda su aroma
aquella flor que nunca la vio nadie crecer…,
pero que igual perfuma, sola, sobre una loma…,
¡porque esa es su manera, feliz, de florecer!

Es permitir que el alma su resplandor irradie…,
y es dejar que en tu pecho brote la algarabía…,
y entonces no dependes ya nunca más de nadie…,
¡porque nadie te llena…y nadie te vacía…!