¡Déjame decirte, amigo,
que tú eres extraordinario!,
aunque a menudo te empeñes
en creerte lo contrario.

Llevas en ti la frecuencia
de la bendita armonía,
de la paz ilimitada
y la constante alegría.

No has tenido que adquirirla
con esfuerzo y sufrimiento:
¡ya la posees por simple
Derecho de Nacimiento!

Sólo debes conectarte
dentro de tu corazón,
con esa pura, sagrada,
poderosa vibración.

Más si la buscas por fuera
de ese templo singular,
¡te aseguro, compañero,
que no la vas a encontrar!

En lo externo hay todavía
dramatismo y ansiedad,
¡lo opuesto de esa frecuencia
de amor y de unicidad!

Más cuando se hacen a un lado
las densidades aquellas,
¡el Universo conspira
para llenarte de estrellas!

¡Verás entonces qué fácil
que es ubicarse en la vía
de la paz y la abundancia
que trae la Nueva Energía!.

¡Sólo precisas anclarte
en tu Recinto Sagrado,
y volver a estar conciente,
despierto y empoderado!

¡Vamos, amigo, hazte cargo
del timón de tu destino:
vuélvete un Ancla del Cielo…,
un Portal de lo Divino!

¡Y siente, maravillado,
la indescriptible emoción
de haberte reconectado
con la Luz del Corazón!

(Y habrás de decirte entonces
ante tu nuevo escenario
de plenitud y de gozo:
“¡Sí que soy extraordinario!”.)