Esta vida te dio el primer aliento
en la fiesta feliz del nacimiento,
y algún día, con cálida emoción,
habrá de despedirte en la Estación.

Y así, otra existencia se habrá ido…,
-otro peldaño más del recorrido-,
siempre anhelando encontrar la forma
de fundir lo Sagrado con la horma.

Ojalá, amigo, ante ese último aliento,
puedas decir: “viví sin un lamento,
y ante cada tropiezo en el camino,
siempre tuve el sostén de lo Divino.”

Ojalá exclames, con voz mansa y serena:
“¡me voy feliz…: fui una persona buena!”,
y tus ojos transmitan la dulzura,
de quién anduvo aquí sin amargura.

Ojalá sientas, al mirar atrás,
la frente limpia y la conciencia en paz,
porque pudiste ver en cada hermano,
la luz que está detrás del traje humano.

Y pienses, recordando a tanta gente
a la que amaste silenciosamente:
“grande la siembra…, grande la recogida,
que estoy llevando a mi siguiente vida.”

“Y aunque en la Aduana hacia el Otro Lado
no permiten pasar nada pesado,
me voy con mi maleta bien cargada…,
porque sé que el amor… ¡no pesa nada!”