Contemplar los opuestos…, sí, lo admito,
de un gozo extraño a mi alma la satura:
ver lo pequeño junto a lo infinito…,
la cuna junto con la sepultura.

Y ante el contraste puro y absoluto
la mente queda allí descolocada:
se vuelve colosal lo diminuto
mientras el todo…, se transforma en nada.

Más de tanto ver fuerza y endebles,
calor y frío, júbilo y desazón,
llega ese día en que realmente ves,
¡que todo es solamente una ilusión!

Y entonces, en un salto de conciencia,
ante la vista interna se unifican,
y lo bello y lo feo en apariencia
ya no se miden ni se clasifican.

Y en ese abarcamiento sin medida
se van casando claridad y bruma,
se mezclan la llegada y la partida,
y lo que surge con lo que se esfuma.

Y al fundirse las puntas de las vías
nada ya te compele ni te urge:
desaparecen las categorías
en cada cosa que a tus ojos surge.

Y empieza a aparecer otra vivencia
al verlo todo como atemporal:
comienzas a mirar desde la Esencia,
¡y le sonríes a lo desigual!

Y mientras ves pasar a la locura
hablándole al oído a la razón,
tú las abrazas a ambas con ternura
desde el secreto de tu corazón.

Si tú, Existencia, creas los contrarios
para que el hombre aprenda del contraste,
y mantenernos en ese escenario
es la manera en que lo planeaste,

quiero entonces decirte hoy a ti, Vida,
que cuando se vislumbra tu diseño
con la conciencia libre y expandida,
tus opuestos y tú…¡son solo un sueño!