La expresión “avrah kahdabra”
proviene del arameo,
esa lengua inmemorial
que utiliza el pueblo hebreo.

Y significaba, aún antes
de los tiempos de Jesús,
“Voy Creando lo que Hablo”,
(es mi verbo el que da a luz).

Y en tú caso, buen amigo,
¿qué es lo que tu verbo crea?;
¿pone belleza en las cosas…,
o al contrario, las afea?

¿Te oyen -los que te escuchan-
con absoluta atención,
porque sienten que tu verbo
les enciende el corazón?

¿O los deprime tu queja,
tu lamento, tu reproche,
y sienten que estar contigo
es como hundirse en la noche?

Y es que el verbo es vibración,
energía en movimiento,
ondas que viajan cargadas
de luz… o resentimiento…

Y al estar todos ligados
en una cuántica trama,
o propagamos confianza…,
o alimentamos el drama.

¡Tu actitud es lo que irradias,
y es tu verbo el transmisor!:
él te hace un creador pequeño,
¡o un estupendo Creador!

Porque con el tono justo
y la palabra que brilla,
¡modelas las circunstancias
como si fuesen de arcilla!

¡Así es de grandioso el verbo!:
tanto, que incluso es capaz
de levantarlo al caído,
o de hundirlo un poco más.

Y hace de tus escenarios
lo que tú quieres que sean:
un lugar donde hay dulzura…,
o un sitio donde pelean…

¡Vamos, mi buen compañero,
ponle amor a tu palabra!,
y transfórmala a tu vida
en un gran ¡“Abracadabra”!