¡Se ha quemado mi casa!, ¡qué desconsuelo!,
¡qué pesar tan horrible, turbio y espeso!
¡La heredé de mis padres y de mi abuelo!
“Perdona que pregunte…: ¨¿y qué hay con eso…?¨”

¡Además, mi pareja me ha abandonado,
y hoy el dolor me cala hasta los huesos!:
¡nunca estuve en mi vida tan destrozado!
“Discúlpame que insista: ¨¿y qué hay con eso…?¨”

¡Encima, del trabajo me han despedido…,
no doy por mi futuro, siquiera un peso…!
¡Me siento tan cansado, tan abatido…!
“No quiero ser cargoso…, más… ¨¿qué hay con eso…?¨”

¡¿Pero acaso no escuchas lo que me pasa?!
¡¿No ves lo desgraciado de estos sucesos…?!
¡Me quedé sin pareja, trabajo y casa…,
y tú sólo me dices ¨y qué hay con eso¨…!

“¡Eres tú el que no entiende, amigo mío!;
imagínate a un río…, y a su proceso:
cuando lo frena un tronco…¿qué hace allí el río?
¿Piensas que de ese escollo se queda preso…?”

“¿No hace acaso un desvío…, rodea el tapón…,
busca por otro cauce…, por otro acceso…,
y continúa fluyendo en su corazón
sin pensar ni un instante en el retroceso…?”

“Él sabe dentro suyo que va hacia el mar…,
y que el mar le ha guardado su mejor beso…
¿¡y qué obstáculo entonces podría frenar
el estado de gracia de ese embeleso…?!”

Tú también, buen amigo, eres un río…
pero un río de luz…, que sale ileso
de las mil zancadillas y desvaríos
que tratan de frenarlo en su progreso…

Y tienes, como el río, tu Mar adentro,
¡porque el Amor de Dios llevas impreso!,
y cada vez que marchas hacia su Encuentro,
¡el Universo brinda por tu Regreso!

¡Bendito amigo mío…, amado hermano,
bien sabes el honor que te profeso!:
¡por eso es que te ruego, Ángel Humano,
que mires más allá de tu proceso!

Si observas por detrás de los disfraces,
sentirás que tus dramas no son más que eso:
fantasmas de mentira…, sombras fugaces…,
y tú también dirás: ¨¿y qué hay con eso…?¨ ”.