Todos pasamos por lo incierto
de andar a tientas y sin fe,
y hay que cruzar ese desierto,
solo y a pie…

Pero después de haberlo hecho
comprendes que era una ilusión,
sólo un inmenso decorado…,
una ficción…

Y ves allí,
que eras tú mismo el preso y la prisión,
y el carcelero de la sinrazón
que te llevaban a vivir así…

Y al darte cuenta y liberarte,
vas retomando tu poder,
y nadie habrá ya de indicarte
lo que hay que hacer.

Y libre al fin,
asumes que se encuentra todo en ti,
la mala hierba junto al alelí,
porque eres tú el que cuida a tu jardín…

Y escucharás en ese instante
por vez primera una canción:
es la que canta, palpitante,
tu corazón…