Si acaso te indagas si esta caminata
un sentido oculto en sí misma encierra,
¡de erguirse en Maestros!, de eso se trata
este recorrido sobre nuestra Tierra.

El hombre común, que trajina a diario
en su subsistencia de lucha y sudor,
pocas veces siente que algo extraordinario
le embebe la vida de un aura mayor.

Un Maestro, en cambio, puede que en lo externo,
tenga un escenario parecido a aquél,
pero está consciente de su Dios interno,
y una paz constante emana de él.

El primero sufre si le hallan defectos
y se desespera si alguien lo traiciona;
el segundo entiende que nadie es perfecto,
y a veces, un poco, se desilusiona.

El humano simple vive encapsulado,
y mientras se piensa muy poco importante,
el Maestro pasa sonriente a su lado
y lo ve en su esencia, grandiosa y radiante.

Aquél simple humano de un sitio cualquiera
cuando alguien lo ofende, áspero contesta;
allí los prejuicios sacan su bandera,
y hacen que en los labios surja una protesta.

En cambio el Maestro, si lo tratan mal,
deja que a esa ira se la lleve el viento:
de tantos buceos en lo atemporal,
ya para el enojo se volvió muy lento.

El hombre promedio cree “en lo que ve”,
¡qué no le hablen de auras ni de “percepción”!,
y se enoja si alguien le comenta que
las cosas son solo lo que cree que son.

Un Maestro, en cambio, usa su energía,
la expande en cascadas de luz refulgente,
y así, sin esfuerzo lo moldea a su día
trasladando afuera, lo que ve en su mente.

El hombre corriente cree que la llave
para ser dichoso siempre es la riqueza;
muy por el contrario el Maestro sabe
que es ir encarnando la propia grandeza.

Y si el ser mundano halla en “el de al lado”
una competencia que enturbia su viaje,
para el hombre sabio que vibra elevado,
el otro es un “yo”, con distinto traje.

Si los ves de lejos, no hallas diferencia,
pero si los tratas, allí notarás
que a uno le interesa solo su existencia,
y al otro le importa la de los demás.

Y es porque el Maestro ya aprendió que al fin
todo se ha tratado siempre del Amor,
y ofrece sus rosas desde ese jardín
que vida tras vida brota en su interior.

¿Acaso se trata de “alguien elegido”?
¿Un Gurú que al mundo se vino a ofrecer?
¡No…, no hay nada de eso!, no es ningún ungido:
es alguien de tantos… que eligió crecer.

(Y tú antes de irte por detrás del velo
siguiendo los pasos de antiguos ancestros,
¿qué huella prefieres dejar sobre el suelo?,
¿la de un simple humano…, o la de un Maestro?)