Si sientes que estás bloqueado,
cual preso de una escafandra,
como en un frasco encerrado,
¡díte para ti este mantra!:

Yo Soy…, yo Puedo…,
yo Valgo…, me lo Merezco…

Repítelo de una forma
consistente y pertináz,
que cuanto más te lo digas,
¡más y más te lo creerás!

Yo Soy…, yo Puedo…,
yo Valgo…, me lo Merezco…

De este modo, poco a poco,
cimentarás tu autoamor,
y te crearás la certeza
de que eres merecedor.

Yo Soy…, yo Puedo…,
yo Valgo…, me lo Merezco…

Repítetelo en silencio…,
repítetelo en voz alta…,
una vez, y diez, y cien,
y las veces que hagan falta…

Yo Soy…, yo Puedo…,
yo Valgo…, me lo Merezco…

Dítelo mientras conduces,
en tu trabajo, en la ducha,
dítelo contínuamente,
¡que tus células te escuchan!

Yo Soy…, yo Puedo…,
yo Valgo…, me lo Merezco…

Y estarás, amigo mío,
día a día construyendo
nuevas redes neuronales
mientras lo vas repitiendo.

Yo Soy…, yo Puedo…,
yo Valgo…, me lo Merezco…

Y si una gota transforma
la roca con su insistencia,
insistir con este mantra
transformará tu existencia.

Yo Soy…, yo Puedo…,
yo Valgo…, me lo Merezco…

Y el día menos pensado,
de manera natural,
sentirás sencillamente
que ya nunca te irá mal.

Yo Soy…, yo Puedo…,
yo Valgo…, me lo Merezco…

Y al haber desmantelado
tu convicción de rehén,
dirás, mirando hacia el cielo:
«¡Ahora todo marcha bien!».

Y agregarás con un tono
convencido, alegre y fresco:
«¡…porque Yo Soy…, y yo Puedo…,
y Valgo…, y me lo Merezco…!»