“¡Este tipo es mala gente!,
negativo…, siempre hiriente…
¿¡Por qué tuvo, justo a mí,
que tocarme un jefe así!?”

En donde encuentras fricción…,
¡allí se halla tu lección!

“Es su placer disgustarnos
y goza con fastidiarnos:
¡no soporto su veneno…,
cada vez lo aguanto menos!”

Quien en irritarte es diestro…,
¡ese es tu mejor Maestro!

“Me agota su desparpajo,
más necesito el trabajo:
por eso no le contesto…,
¡pero cómo lo detesto!”

Él es, con su hostigamiento,
tu “campo de entrenamiento”.

“Devolverle ¨la estocada¨,
¡no me serviría de nada!;
debo encontrar el camino
para torcer mi destino.”

A lo que más te resistes…,
¡eso es lo que más persiste!

“Voy a mirar tras su aspecto
de hombre gris y circunspecto:
¡tal vez “pensarlo” distinto
me saque del laberinto!”

Verlo todo “desde arriba”,
¡renueva tu perspectiva!

“¡Quizás fue mi resistencia
lo que ahondaba su vehemencia!:
¿y si procuro el intento
de cambiar mi pensamiento?”

El conflicto se hace vano
si lo aceptas a tu hermano.

“¡Ahora comprendo la cita
de esa tenue vocecita
que me soplaba, burlona:
¨la imagen no es la persona…¨ ”

Allí entiendes, sabiamente,
¡que tu mundo está en tu mente!

¡Qué torpe fui al conceder
a lo externo, mi poder!:
¡veo tan claro, ahora y aquí,
que se trataba de mí!”

Cuando la fricción decrece,
¡la lección desaparece!

“Si lo que pienso, lo creo,
¡pues voy a borrar lo feo!,
porque ahora, con certeza,
¡decido yo en mi cabeza!”

Ya aprendida la lección…,
¡cómo canta el corazón!