¡Sueña en grande, compañero!
¡Sueña las cosas más bellas!
¡Sueña que hay paz en el mundo,
y que estamos todos juntos
debajo de las estrellas…!

¡Sueña con fe, con esmero,
con tesón y con empeño…,
que no precisas más nada
si tienes el alma alada
y en el corazón un sueño!

¡No requieres de otra cosa
para marchar tras tu meta!:
una aspiración muy alta…,
esa luz que en ti resalta…,
¡y como guía un cometa…!

¡Sueña los sueños más nobles,
que no hay quimeras pequeñas…,
y el tiempo será testigo
de que a la larga, mi amigo,
se habrá de dar lo que sueñas…!

Que así como la semilla
ya lo sueña al duraznero,
así a lo que nos rodea
-desde un objeto a una idea-,
¡alguien lo soñó primero!

Y es por eso que soñamos
como un demiurgo precoz…:
porque nosotros también
en aquél lejano Edén
fuimos soñados por Dios…

Y si el Creador Omnisciente
soñó la Creación entera,
¡también nosotros podemos
concretar lo que queremos
soñando a nuestra manera…!

Porque hay un punto en que el sueño
con la realidad empalma…,
y en esa instancia precisa,
¡que preciosa es la sonrisa
que se dibuja en el alma…!