El universo siempre te devuelve
exactamente lo que tú le has dado…,
¡que nunca llega por azar o suerte
lo que en la vida, amigo, te ha tocado!

Él asienta, puntual, en sus registros,
celosamente su contabilidad…,
y en base a ella, ordena el suministro
de tu desdicha…o tu felicidad…

En los asientos de su libro anota,
cada gesto, cada idea, cada acción…,
¡y sobre todo aquello que denota
el secreto matiz de tu intención!

En la columna del haber revisten
todos tus actos de bondad inmensa…:
aquellas ocasiones en que diste,
sin esperar ninguna recompensa…

Y en la del “debe”, en cambio, va anotando,
tus ocultas facetas de egoísmo,
cuando aparentemente estabas dando…,
¡pero sólo pensabas en ti mismo!

Después te acerca una perfecta copia
de todo aquello que tú le has brindado…,
¡y empiezas a entender en carne propia
que sólo se cosecha lo sembrado!

Y percibes entonces, compañero,
que cuando das, sin esperar a cambio,
se hace tu dar, gozoso y placentero,
porque escapa a la ley del intercambio…

¡Te sales de las normas del “mercado”
cuando no esperas nada en tu dación…!,
y entonces -como un pago inesperado-,
¡se te llena de amor el corazón!

Y comprendes, en toda su implicancia,
lo que intuías en tu paso aquí:
que cuando das sin esperar ganancias…
¡el universo te compensa a ti!

¡Que todo vuelve, compañero mío,
como vuelven las olas a la playa!:
las sombras lo persiguen al sombrío…,
y la luz, al que alumbra donde vaya…

Porque la vida sigue una constante…,
y la norma que rige su menú,
establece, mi amigo, a cada instante,
que de aquello que das… ¡más tienes tú!