¿Qué dejaras de ti…cuando te vayas?
¿Qué habrá quedado aquí…tras tu partida?
¿Qué llevarás contigo a “la otra vida”,
cuando te embarques hacia etéreas playas?

¿Te habrán servido de algo los prejuicios
que tanto te alejaron de tu hermano,
y el látigo impiadoso y cotidiano
del reproche, la crítica y el juicio?

¿Cómo crees que habrán de recordarte?
¿Cómo a quién no pensó más que en si mismo,
-cuál emblema sutil del egoísmo-…?,
¿o en quién llevó al amor por estandarte…?

¿Cuáles serán tus últimas palabras:
“…que no me usen la cámara de fotos”…,
“…guarden bien mis zapatos y mi moto…”
“…que a mis correos nadie me los abra…”?

¿O no serán acaso: “¡perdón, amor,
por no haberte brindado más cariño!”;
“¡debes ser fuerte!, “¡cuida bien de los niños!”,
¿“te amo, hijo mío!”, “¡gracias por tu calor!”…?

¡No esperes al momento de tu ida
para entender allí que lo importante,
lo único valioso y relevante,
son los seres que se hallan en tu vida!,

¡y que sólo el afecto deja huella…!,
la aceptación total…y la ternura…:
ver en el otro su expresión más pura…,
su luminoso resplandor de estrella…

Y darse entero…sin esperar nada…,
y querer porque sí…sencillamente…,
y dejar que el cariño, simplemente,
se cuele en la sonrisa y la mirada…

¡Y ser el leño que cuando más arde,
hace que todo alrededor se encienda…!,
y entregarse en amor…como una ofrenda…,
¡antes que sea…demasiado tarde…!