Estando sólo en tu cuarto
sube tus manos al cielo,
y dí con ferviente anhelo
y con tono claro y alto:

“¡Magna presencia ¨Yo Soy¨,
carga mi cuerpo y mi mente
con tu radiancia envolvente
aquí en el sitio en que estoy!”

“¡Que tu preciosa energía
me sature de salud,
de belleza y juventud,
y de serena armonía!”

“¡Transfiéreme lo Divino
de tu excelsa vibración,
y bríndame protección
mientras voy por mi camino!”

Y mientras dices así,
siente, percibe, imagina,
una gran luz diamantina
que desciende sobre ti.

Siente su exquisito abrazo…,
su prístina ligereza,
mientras roza tu cabeza
y desciende por tus brazos.

Tú colabora a su vez
con su anclaje soberano,
bajándola con tus manos
por tu cuerpo hasta los pies.

Y al cargar así tu mente,
tu cuerpo entero y tu aura,
tu plantilla se restaura…
¡y brillas…, sencillamente!

Y cualquier imperfección
se difumina y disuelve,
mientras a tu ser lo envuelve
tan potente vibración.

Cargado de esa energía,
te habrán de suceder cosas
del todo maravillosas
a lo largo de tu día.

Las sincronías más bellas,
-esas que más necesitas-,
irán surgiendo, benditas,
como un reguero de estrellas.

Porque de un modo real
te sostendrán tiernamente,
unas manos omniscientes:
¡las de tu Ser Inmortal!.