Inhala hondo…, y exhala…,
y vuélvelo a repetir
hasta que logres sentir
que el sosiego en ti se instala.

Suelto, laxo, relajado,
vas soltando lo que has sido…,
y te quedas distendido
como un globo desinflado.

Y al soltarte de este modo,
llega la calma a tu mente,
¡y qué alivio que se siente
después de arrojarlo todo…!

Y ahora, amigo mío,
sigue el hilo de mi voz
mientras le dices adiós
a lo que ha sido sombrío.

Deja que este timbre leve
-como el tono de quien reza-,
convoque en ti esa pureza
con la que cae la nieve.

Permítete deslizarte
a otro plano más profundo,
donde las cosas del mundo
ya no pueden alcanzarte.

Y deja que sea el amor,
el que ahora te conduzca
a la paz que tu alma busca:
esa que está en tu interior.

Solamente se precisa
que te abandones al viento
de este exquisito momento…,
y esboces una sonrisa…

Sabes bien, adentro tuyo,
que no requieres más nada:
sólo esta música alada…,
con su angelical arrullo…

Fúndete en la vibración
de esta excelsa melodía,
y siente la algarabía
que llena tu corazón.

¿Y qué más puede hacer falta
teniendo la plenitud,
y la dulce infinitud
de esta frecuencia tan alta?

¡Siente, amigo, la belleza
excepcional de este instante:
tú mereces el diamante
de esta serena grandeza!

¡Disfruta la maravilla
de este ahora y este aquí,
mientras va brillando en ti
la luz de tu lamparilla!

Y deja que esta armonía
y este sentir placentero,
te acompañen, compañero,
en lo que queda del día…