Impermanencia…, ¡constante Impermanencia…!,
lo que hasta ayer estaba… hoy no está más…:
se van afectos…, trabajos…, pertenencias…,
sin darnos tiempo de mirar atrás…

Y una vez más, el corazón herido…,
y ese sabor amargo allí en la boca…,
y aquella sensación de “sin sentido”…,
de que es la vida una ruleta loca…

Más sé que ese es tu modo, Impermanencia,
de cambiar nuestra escala de valores,
repartiendo penosas experiencias
de la paleta de tus sinsabores…

Y sé también que así, con tu jugada,
nos instas a seguir jugando el juego,
pero sin aferrarnos más a nada…,
sin anclas…, sin amarras…, sin apegos…

(Aunque sospecho que lo que más quieres
con tu despliegue de transitoriedad,
es hacernos buscar lo que no muere…,
lo que está atrás de tu fugacidad….:

esa Paz de otra clase de escenarios,
esa Luz que aún nos falta conocer…,
ese Bien que no sabe de contrarios…,
¡esa infinita levedad del Ser…!)

(Y sospecho también, Impermanencia,
que cada vez que alguien llega “Allí”,
tu sonríes, con dulce displicencia,
y te dices: ¡“mi parte la cumplí”!).