¿Hasta cuándo pretendes
seguir viviendo así,
como si los milagros
no fueran para ti?

Tus saberes ocultos
se dicen por lo bajo:
“¿será que nuestro dueño
no nos va a dar trabajo?”

Y tu intuición, cansada
de esperar y esperar,
se pregunta en silencio:
“¿nunca me vas a usar?”

Te quejas de una vida
muy poco interesante,
¡y tienes a tu alcance un cofre con diamantes!

Las sincronías más bellas
todo el tiempo te asisten,
¡pero tú las ignoras…,
pues dices que no existen!

Y te quejas de a ratos
con un rictus amargo
de que lo portentoso
te pasa a ti de largo…

Pero si no les abres
a las radiantes huestes
que tocan a tu puerta…,
¡entonces no protestes!

¿Acaso estás atento,
abierto y presuroso
a percibir el roce
de lo Maravilloso?

¿O te quedas sentado,
con la vista perdida,
y a la Vida la dejas
con sus manos tendidas?

Un séquito divino
te abraza tiernamente…,
¡más tú no lo percibes
encerrado en tu mente!

Ellos marchan contigo
donde quiera que vas…,
¡y luego tú te quejas
de lo solo que estás!

Y afirmas plañidero,
sin asomo de duda,
que nada de otro plano
jamás llegó en tu ayuda…

¡Si supieras las veces
que un Ángel con unción,
aguarda a tu costado
un poco de atención!

Y trata de aliviarte
la pena que acarrees…
pero el problema estriba
¡en que tú no lo crees!

Y prosigues tu marcha
realmente convencido,
de que vas por el mundo
solitario y perdido.

Y entonces te pareces
a quien muere de sed,
¡habiendo manantiales
detrás de su pared!

¡Ahhh…, si vieras qué bella
que se vuelve la vida
cuando se mira todo
con mirada expandida!

Es como si pasaras,
con divino estupor,
de ver en blanco y negro…,
¡a mirar en color!

¿Dices “por qué me enojo”?
¡No…, no estoy enojado
ni siquiera un poquito…,
solo estoy apenado!

Es que me da tristeza
ver tu mirada gris,
¡cuando se halla en tus manos
poder vivir feliz!

Por eso te pregunto
mientras sigues andando
sin ir adentro tuyo…,
¡¿hasta cuándo…, hasta cuándo…?!