¡Gracias! dale al Universo,
por todas las piedrecillas
que colocó en tus zapatos
disfrazadas de rencillas.

Que cada aquél que te riñe
es un examen ingrato,
para ver si sigues viendo
su luz ante su mal trato.

Cuando no logras del otro
distinguir su claridad,
es porque también a ti
te ganó la oscuridad.

Y debes concientemente
elevar tu vibración,
para poder de ese modo
reenfocarla a tu visión.

Por cierto que muchas veces
no es una tarea sencilla,
sobre todo si es porfiada
y es hostil “la piedrecilla”.

Más “algo” ha de recordarte
que eso es sólo una lección,
para que se vaya abriendo
de a poco tu corazón.

Entonces inspiras hondo
mientras piensas con amor:
te agradezco la experiencia,
mi oportuno profesor.

Y al retornar a tu centro
y expandirla a tu conciencia,
la ves a “tu piedrecilla”
más allá de la apariencia:

un precioso Ángel Humano
que por tu vereda pasa,
buscando a su propio modo,
él también “volver a casa”.

¡Compruébalo, compañero!:
ante cada “piedrecilla”,
mira con el corazón…,
¡y descubrirás que brilla!.