-¡Señor, Señor! ¡Si en vida lo di todo!
¡Si trabajé de un modo infatigable!
¡Si fui buen padre y mejor esposo!
¡Si mi conducta siempre fue honorable!

¡Si no tuve deslices de importancia!
¡Si fue mi proceder incuestionable!
¡Si procuré -incluso a la distancia-,
brindarles un confort considerable!

¡Si mi esfuerzo fue duro, y a destajo!
¡Si mi legajo ha sido irreprochable!
¡¿Porqué no me recuerdan allí abajo,
ni hay en mi tumba una flor miserable?!

-“¡Debes saber, amado, que en tu agenda,
hay tan sólo una cosa irreemplazable:
dime, hijo mío, al andar tu senda…,
con quienes te trataron… ¿fuiste amable?…”