Hay una prisión sin rejas
sin guardias y sin candado,
que te mantiene encerrado
¡solo porque tú lo dejas!

A esa cárcel, en esencia,
la llevas siempre contigo,
porque esa prisión, mi amigo,
¡está hecha de creencias!

Convictos y convicciones
marchan siempre de la mano
como el calor y el verano,
o el gris y los nubarrones.

Pero esa cárcel que llevas
y a veces es poco amable,
pasará a ser desmontable
si eliges creencias nuevas.

Creencias que vuelen alto,
magníficas certidumbres
que desde sus altas cumbres
te remonten del asfalto.

Hoy en tu cerebro hay partes
que duermen o que bostezan:
¡cree que se desperezan
y que empiezan a activarse!

¡Fabrícate la certeza
de que ahora están despiertas,
y de que te abren las puertas
hacia un cielo de grandeza!

¡Cree, cree que te envían
inspiraciones flamantes,
mostrándote en un instante
cosas que antes no veías!

Espera esas intuiciones
llenas de benevolencia,
y así tus nuevas creencias
pondrán en marcha tus dones.

Podrás creer, por ejemplo,
que mandas en tu organismo,
y que bien puedes tú mismo
mantener sano tu templo.

O que puedes, si algún día
vas cansado y sin aliento,
salir de ese agotamiento
solo inhalando energía.

O que logras, concentrado,
con tu Enfoque solamente,
que tus manos se calienten
con el fuego que has pintado.

O que tú llevas las riendas
de tu estado emocional,
y que nada te cae mal
mientras marchas por tu senda.

Y el credo por excelencia
con el que a todo se accede:
¡creer que realmente puedes
elegir tú tus creencias!

Ya es la hora: ya la Mesa
y El Mozo esperan pacientes
que elijas serenamente
las más grandiosas certezas.

Y ante el inmenso menú
de platillos esperando,
alguien ya se halla ordenando,
¡y ese alguien puedes ser tú!