Cuando ví el aviso en el diario, me quedé estupefacto.

Mi mirada perpleja, recorrió durante varios minutos las pequeñas letras de molde del minúsculo anuncio, releyéndolas sin leerlas.

Un insólito presentimiento, me decía que ese aviso estaba dirigido a mí.

Inusuales cadenas de asociaciones, planearon repentinamente sobre mi pensamiento…y por un instante, me invadió la certeza absoluta de que por fín se materializaba en mi vida –de una manera casi extravagante, por cierto-, la posibilidad de acceder a esos planos de conciencia superiores, cuya existencia intuía en el secreto de mi corazón…, y que tanta extraña nostalgia me provocaban…

Eran sólo tres palabras: “perspectivador a domicilio”…, y un número de teléfono.

La sola economía de términos empleados, ya me fascinaba.

El mensaje irradiaba esa precisa fuerza desnuda que adquieren las palabras cuando son exactamente utilizadas.

Se cerraba sobre sí mismo en una elipse hermética y perfecta…y sin embargo decía todo lo que hacía falta decir…

Y eran sólo tres palabras…

Apretadísima síntesis que parecía latir con vida propia…con un secreto ritmo vibratorio…como si su autor buscase llegar al destinatario del mensaje, no a través de explicaciones, sino de resonancias…

Yo sabía que esa clase de fuerza interna, sólo podía provenir de personas con absoluta claridad de propósito…y un elevado conocimiento de otro orden de realidades…, lo cual no hacía más que acrecentar mis expectativas…

Y es que vislumbraba, tras ese anuncio diminuto, una promesa de aproximación a dorados continentes interiores, tantas veces vagamente presentidos…

. . . . . . . . . . . . . .

Del otro lado del teléfono , la impersonalidad de un contestador automático receptó mis datos, indicándome que sería llamado a la brevedad…

Lo cuál ocurrió esa misma noche.

Y extrañamente, el breve diálogo suscitado giró, no sobre las características del servicio que se ofrecía (tal como acontece normalmente cuando se contrata cualquier servicio), sino sobre mis motivaciones para solicitarlo.

Fueron sólo tres o cuatro preguntas que me hizo el Perspectivador, tan sorprendentes en su claridad y contundencia, que casi involuntariamente me enredé en una serie de explicaciones un tanto confusas, olvidando por completo que supuestamente debía ser yo el que formulara las preguntas…y no él.

De pronto sentí que era él el que me estaba evaluando a mí, en lugar de ser al revés.

Pero lo más desconcertante fue que por un momento, me invadió el temor ridículo y absurdo de no llenar sus requisitos…, de no ser yo el elegido…

Y más extraño aún, era sentir esa especie de certeza interna, que me decía que estaba bien que las cosas fueran de ese modo…

Allí estaba yo, en una cálida noche de primavera, siendo sometido a una precisa evaluación telefónica por un perfecto desconocido…temblando ante la idea de no ser aceptado, y estremecido a la vez por la esperanza de que se me considerase apto…¡para recibir un servicio de perspectivación del que no tenía la menor idea en qué consistía…!

Sentía claramente que toda la escena, con su patética carga de absurdidad, estaba como desconectada de la realidad…como a mitad de camino entre el universo cotidiano, y esos extraños universos paralelos que a veces hollamos casi sin darnos cuenta.

Ahora sé que son justamente esa clase de situaciones, las que nos instalan por un instante en los umbrales de la “verdadera” realidad.

Pero en ese momento, mientras la vivía, sentía esa curiosa sensación que nos invade cuando una determinada vivencia parece escapar a los parámetros habituales de la percepción ordinaria…y en lugar de disfrutar la maravilla de sus nuevos significados, hacemos lo imposible por forzarla a encajar en nuestros moldes cotidianos…

Sea como fuere, -y a pesar de mis contradicciones al expresarme- , seguramente logré transmitirle el sentimiento de urgencia interior que latía en mí… porque accedió a que nos entrevistáramos…

. . . . . . . . . . . . . .

Al verlo por primera vez, la impresión que me causó fue de un profundo impacto…

Todo en él resumaba conocimiento.

Pero no la clase de conocimiento libresco o intelectual, que sólo sirve para infatuar el ego y ocultar la realidad tras una pátina de falsa suficiencia.

Por el contrario, el de él parecía ser ese tipo de conocimiento que sólo nace de la comprensión…, como si hubiese observado en su vida, toda la gama de las pasiones humanas…todas las debilidades, deseos, luchas y sacrificios de los hombres…todos los aspectos de la humana naturaleza…

Pero fundamentalmente, daba la impresión de haber observado todo ello en él mismo…de haberlo comprendido todo en una especie de profunda auto-conciencia…, de “recordarlo” todo simultáneamente y –tal vez lo más significativo- , de haber logrado “separarse” de ello…como si se mirase desde afuera…desde el exterior…, como un silencioso testigo de sí mismo…

Y todo ese cúmulo incalculable de comprensión, fluía naturalmente en su mirada.

Era la mirada más insondable que había visto en mi vida: lejana, ausente, como desentendida de todo…y al mismo tiempo, absolutamente presente.

Por un instante, se me ocurrió que estaba ante un lama tibetano disfrazado de occidental…

Pero al escucharlo, comprendí la torpeza de mi ocurrencia…

. . . . . . . . . . . . . . .

Luego de acomodarse en un sillón del living de mi departamento, posó sobre mí su mirada profunda…o más bien debería decir me “atravesó” con su mirada…como escudriñando mi ser interior…

En ese momento, me sentí sopesado, medido y calibrado al milímetro, en la balanza inequívoca de un discernimiento superior.

“¡Vaya método de apreciación!, -pensé…- ¡De este modo sí que se ahorra tiempo…; ahora ya lo sabe todo de mí…!”

Sin embargo, luego de que hubo ¨retirado¨ esa clase de mirada… -o mejor dicho, luego de que hubo ¨acortado¨ su longitud de onda hasta volverla más ¨formal¨-, expresó:

-Por favor, sintetízeme nuevamente la razón de su interés en mis servicios.

Después de haber sido objeto de tan desusada medición, yo sabía que él sabía sobre mí, mucho más de lo que pudiese comunicarle con palabras.

Estaba seguro que conocía mi grado de desarrollo interior, mi nivel evolutivo, mis límites y posibilidades, la naturaleza de mis trabas internas…

Para decirlo brevemente, estaba convencido que conocía mi “verdadero peso específico”…

Y sin embargo, nuevamente me pedía explicaciones…

Seguramente había alguna razón para ello…, que yo no alcanzaba a comprender…

. . . . . . . . . . . . . . .

-Bueno…en realidad no sé exactamente en qué consisten sus servicios…el aviso en el diario no lo especifica…

Pero la palabra “perspectivador” resonó profundamente dentro mío.

Siempre he sentido como que creamos nuestros problemas a raíz de desajustes en el enfoque…como si nuestra visión de las cosas fuera parcial, incompleta…como si mirásemos al mundo a través de un microscopio, y al verlo todo tan “de cerca”, no pudiéramos captar el significado global de la experiencia, el sentido profundo de las cosas, la razón de ser de cada hecho, el sutil entramado de las conexiones…

Sería como si tratáramos de percibir el horizonte a través del ojo de una cerradura…

Y en última instancia, ello pareciera no ser otra cosa que falta de perspectiva…

. . . . . . . . . . . . .

Me detuve un instante mientras pensaba “¡qué increíble! ¡otra vez soy yo el que da explicaciones…!”

Pero nuevamente sentí que ello estaba bien…que por alguna razón desconocida, era natural que así fuese…

Tal vez tenía que ver en ello, el modo con que el Perspectivador escuchaba…

Sería insuficiente decir que me escuchaba atentamente…; más bien se diría que todo él era pura atención.

Se entregaba al acto de escuchar con una plenitud tan absoluta…con una concentración tan extrema, que daba la impresión de que su vida entera dependía de ese hecho…¡y sin embargo no parecía esforzarse en lo más mínimo para ello…!

No pude dejar de pensar fascinado: “¡por Dios…si pudiéramos entregarnos de ese modo a cada cosa que hacemos…!”

. . . . . . . . . . . .

Su voz amable, casi inexpresiva, cortó el hilo de mis pensamientos:

-Continúe, por favor…

-Pues…esa falta de perspectiva que le mencionaba –con la carencia de significado que trae aparejada-, sería, a mi modo de ver, la causante de nuestro casi permanente pesimismo.

Estoy seguro que la mayoría de las personas no mueren de viejos…: mueren de desaliento…

(Hice un paréntesis en la explicación, para acomodar un poco mis ideas)

-¿Entonces…? …dijo él.

-Sé por mi propia experiencia –proseguí-, que cuando logramos remontar vuelo y ver las cosas desde arriba…cuando conseguimos ampliar nuestra mirada hasta hacerla abarcar todo el panorama, en una visión global y totalizadora…entonces…aparecen los significados que antes no veíamos…y empezamos a comprender el oculto sentido de las cosas…

Se produce entonces en nosotros, una inmediata sensación de alivio, de renovada vitalidad…un flujo interno de poder…como si la captación del significado creara energía…o la liberara…

Sea como fuere, esta sensación es bellísima…intensa, plena, estremecedora…la esencia misma del puro deleite…

-¿Pero…?

-Pero…-continué-, pareciera ser que tal tipo de perspectivación, no depende de nuestros deseos…; por más que lo intento, no encuentro el modo de provocarla a voluntad.

Pues bien…tengo la esperanza de que en eso consistan precisamente sus servicios…

-Tal vez sí…tal vez no…ya lo veremos…

Volveré el próximo jueves a la misma hora

Más adelante hablaremos de mis honorarios…

Buenas noches…

Y se marchó con su atmósfera propia, dejándome tan perplejo como cuando descubrí en el diario su diminuto aviso, ofreciendo un servicio que todavía seguía para mí, envuelto en el más absoluto misterio…

. . . . . . . . . . . . . .

Salí al balcón a tomar aire fresco, procurando con ello despejarme.

Me costaba conectarme con lo que estaba viviendo…me parecía todo demasiado irreal…

Además, no llegaba a comprender los motivos de su proceder enigmático.

En cierto modo, consideraba natural que utilizase mis propias expectativas como una herramienta didáctica, dentro del conjunto de técnicas que yo suponía debía emplear en su tarea.

(Sabido es que la vida se conforma un 30 % de hechos, y un 70 % de expectativas…, y que quienes saben manipular adecuadamente tales proporciones, adquieren poder sobre sus semejantes.)

Pero en esta circunstancia, me parecía demasiado exagerado dejarme esperando una semana, sin haberme siquiera dado un indicio sobre la índole de su trabajo.

Y sin embargo, estaba seguro que lo había hecho deliberadamente…como si buscara con ello provocar en mí una determinada tensión interior…, una específica nota vibratoria…un particular estado del alma –tal vez imprescindible para el logro de sus objetivos-…

Sacudí la cabeza apesadumbrado, y miré hacia el cielo como buscando alivio…

Sobre la oscura pared del firmamento, las estrellas semejaban diminutas ventanitas de cinco puntas, por las cuales se filtraban titilantes destellos de purísima luz…

Por un instante, la belleza increíble de ese cielo estrellado , me atrapó entre sus redes de plata…y me olvidé de todo…estremecido por la magia de esa caricia cósmica, que me recordaba mi propia infinitud…

. . . . . . . . . . . . . . .

Llegó por fín el jueves del segundo encuentro.

Si su estrategia de dilación obedecía a la necesidad de movilizarme interiormente, debo reconocer que lo había logrado plenamente…porque luego de una semana de tensa, casi insoportable vigilia, sentía en mí, -como nunca antes en mi vida-, un grado de apertura interior desconocido…un nivel de lucidez y predisposición interna, absolutamente fecundos…

Evidentemente, sabía cómo preparar la tierra para la siembra…

Sentado en el mismo sillón que la otra vez, comenzó diciendo:

-En nuestra anterior entrevista, expuso usted el problema con exactitud.

Efectivamente, la estrechez de nuestro túnel de realidad particular, está determinada por los límites de nuestra percepción.

Generalmente, le reprochamos a la vida el dolor que esa estrechez nos causa…y no nos damos cuenta que el diámetro del túnel puede ampliarse hasta el infinito, tan sólo con adoptar enfoques completamente nuevos.

Esos puntos de vista del todo diferentes, transforman nuestro sentido de la realidad…porque nos permiten el acceso a nuevos significados.

Y ello nos proporciona ese “deleite” del que usted hablaba, simplemente porque la falta de significados…es una enfermedad.

En saber alcanzarlos a voluntad, radica el secreto de la perspectivación.

Justamente, para revelarle a Ud. ese secreto…es que estoy aquí.

(Mi corazón falló un latido…; estaba recibiendo lo que tanto había anhelado: explicaciones…

Y sin embargo, la ansiedad producida ya me resultaba asfixiante.

Con un supremo esfuerzo de voluntad, logré serenar mi ritmo respiratorio, y continué prestándole atención…creo que casi con el mismo nivel de intensidad, con que lo había visto hacerlo a él.)

-Y –prosiguió-, comenzaremos perspectivando aquello que tal vez sea la herramienta más importante con que contamos: nuestra actitud mental…

Pero primero, permítame preguntarle…:

¿Hay en este momento algo más importante para Ud. que este aprendizaje?

-No, en absoluto –respondí, sorprendido por el giro de su discurso-.

-Y ello obedece a que Ud. así lo decide ¿verdad?…porque bien podría haber contestado:

“Es importante, pero más lo es un chequeo médico que tengo pendiente…o terminar un proyecto de trabajo…o el resultado de una inversión que estoy por hacer…”, o multitud de cosas diferentes.

Es usted quien califica este proceso.

Es usted quien lo puntúa con la nota mayor…la de “lo más importante”…

Y esta puntuación que Ud. efectúa…¿no determina acaso la forma en que vivencia el hecho…?

-En efecto –contesté-; el considerarla tan importante para mí, me lleva a escucharlo con toda atención…

-Lo cual significa que Ud. se entrega por completo a esta experiencia ¿verdad?

No está mitad aquí…y mitad en otra parte…: se halla por completo presente en lo que está haciendo; no lo distraen, ni el recuerdo de lo que hizo ayer, ni el planeamiento de lo que hará mañana ¿no es así?

-Así es –hube de reconocer, asombrado por la facilidad con que me llevaba a percatarme de mi estado de “situación interna”…, y preguntándome a la vez adónde quería llegar…-

-Dicho de otro modo, para usted en este momento, el resto del mundo ha desaparecido: sólo existimos este cuarto, usted, yo, y nuestra conversación…

Ahora dígame, señor: su absoluta entrega a este hecho ¿cómo lo hace sentir? ¿atento, vigilante, interesado, por completo despierto…? ¿o por el contrario, aburrido, somñoliento y confuso…?

-Obviamente lo primero…

-Y ese estado de expectante vigilancia, de concentrada atención…¿no lo hace sentir mucho más intensamente vivo que de costumbre…?

-¡Sí…es verdad! –exclamé, entre sorprendido y gozoso por el descubrimiento-

-Y es ese mismo estado de “despiertitud”, el que le permite captar en las cosas, significados que antes no veía ¿no es así?

Y a la vez…¿no es la captación de tales significados…lo que potencia su sentimiento de estar totalmente vivo, lleno de poder y energía?

¿Y no es ello, acaso, lo que conduce a sentir aquello que Ud. definió como “…la esencia misma del puro deleite…”

-Efectivamente…-musité perplejo, ante esa prodigiosa demostración de poder de síntesis, penetración psicológica, y objetividad perceptiva…; le bastaban solo diez frases para desmenuzar acabadamente todo ese complejo proceso interior…-

Se produjo un breve silencio, que interrumpí preguntando:

-¿Todo esto guarda alguna relación con lo que dijo Ud. al principio…sobre que hoy nos ocuparíamos de perspectivar nuestras actitudes mentales…?

-Mi estimado señor…justamente eso, y no otra cosa, es lo que hemos estado haciendo hasta ahora…

Sólo me falta proporcionarle una clave:

¿Qué pasaría si puntuásemos también como “lo más importante”, la cena que han de servirle luego…el libro que leerá más tarde…la ducha de mañana por la mañana…y así sucesivamente, cada uno de los actos de nuestra vida…?

¿Qué o quién puede impedirnos que estemos por completo allí…en el tejido de cada hora, de cada minuto…y de cada segundo de nuestros días…?

(Por un instante imaginé la escena: el mundo detenido…los relojes inmóviles…y cada gesto, cada acto, cada pensamiento, elevado a la categoría de supremo…único…irrepetible…-¿sería realmente posible vivir de esa manera…?- )

Lleve usted a la práctica esta recién nacida comprensión –prosiguió-, en todo aquello que haga durante la semana…

Buenas noches…

. . . . . . . . . . . . . .

Durante toda la semana practiqué intensamente el “estar presente”…; sólo lo conseguí esporádicamente, pero al menos pude captar la esencia misma de lo que el Perspectivador preconizaba: que sólo vivimos de verdad, cuando estamos verdaderamente despiertos.

A ese jueves se sucedieron varios más…y lentamente se iba produciendo en mí, una definida transmutación interior…; mi perspectiva se ampliaba día a día, como si mirara cada circunstancia desde un plano elevado, totalizador, omniabarcante…

Comenzaba a comprender…y era bellísimo…

El último de esos jueves, inesperadamente para mí, el Perspectivador expresó:

-Pues bien, querido amigo…ha llegado la hora de despedirnos…

Ud. ya puede volar solo …, y remontar alturas considerables…

Ha llegado la hora de despedirnos…y con ella, ha llegado también la hora de hablar de mis honorarios…

(No me lo imaginaba al Perspectivador –tan desapegado de todo…casi como habitando del otro lado de las cosas-, hablando de dinero…y nuevamente volví a equivocarme…)

-La clase de honorarios que pretendo por mis servicios –continuó-, es la siguiente:

Publicará usted en el mismo diario en que yo lo hice, un anuncio similar al mío, consignando su número de teléfono.

De aquellas personas que llamen solicitando el servicio ofrecido, seleccionará Ud. sólo dos: aquellas dos que más le transmitan esa misma clase de urgencia interior que Ud. me transmitió a mí…

Una vez finalizado el entrenamiento, les solicitará, como remuneración, el mismo tipo de honorarios que yo le estoy solicitando a usted…y así sucesivamente…

(Mientras lo escuchaba hablar, imaginaba, extasiado, una infinita cadena de Perspectivadores esparcidos por el mundo…dibujando panoramas luminosos en los corazones de la gente…repartiendo significados nuevos por los caminos…transformando la vida de los hombres sobre la Tierra…)

-¿Alguna pregunta? –concluyó diciendo-

-Una sola, Señor… : …¿por qué…?

Su mirada se dulcificó repentinamente, mientras me miraba sin ver…seguramente transportado por el eco de mi pregunta, a quién sabe que extrañas dimensiones interiores…

Cuando respondió, su voz sonó lejana, ausente, como proveniente de remotos confínes del alma…

Y dijo:

-Porque en el reloj evolutivo de la Humanidad, está sonando la hora de la Conciencia Planetaria…

Dicho esto, retornó a estar totalmente presente…y sonrió…

Por primera vez desde que lo conocía, sonrió…

Y su sonrisa vibraba cargada de afecto…un afecto sereno, transparente, que me envolvió de pies a cabeza en una ola de amor insondable…esa misma clase de amor impersonal, que siempre había imaginado que irradiarían las almas verdaderamente superiores…

Y mientras caminaba hacia la puerta, sin dejar de sonreír, se despidió con estas palabras :

-Adios, Perspectivador…; su verdadera misión, recién se inicia…

Y desapareció de mi vida, dejándome tan impactado como cuando ingresó a ella…

-Adios, Maestro…-pronuncié por lo bajo-; …adios…

Y súbitamente, como en un relámpago, llevado por las alas de mis nuevas capacidades…volé alto, muy alto…tal vez al punto de mayor altura de mi cielo interior…y contemplé desde allí arriba, estremecido de júbilo, la más sublime de las Perspectivas : contemplé cómo alboreaba, en el corazón mismo de la Humanidad –con la fuerza incontenible de lo Bello y lo Bueno-, …el sol de una expandida Conciencia Planetaria…

FIN