Sabes que me estoy yendo, mi hijo amado…:
-ya es hora de soltar este envoltorio…-,
y quisiera dejarte, -como un legado-,
¡solamente este simple recordatorio…!:

Recuerda… que aquí estamos sólo de paso…,
que nada ha sido tuyo…, ni lo será…,
que el Viento que te trajo, te marcó un plazo,
y que ese mismo Viento… te llevará…

Recuerda que los bienes son pasajeros…,
que la fortuna es siempre veleidosa…,
y que la paz atraca su velero
sólo en quien se desliga de las cosas…

Recuerda que hay un Orden que es perfecto…,
que todo se equilibra…, y se compensa…,
y no vale la pena, en tu trayecto,
ir corriendo detrás de recompensas…

Recuerda que provienes de las estrellas,
y ya llevas prendido tu farol…,
y que para tu alma, -antigua y bella-
¡no existe nada nuevo bajo el sol!

Recuerda que ya llevas dentro tuyo,
todo el conocimiento de Lo Esencial…,
y que eres a la vez, flor y capullo…
¡pues no tienes principio…, ni final…!

Recuerda que en la calma y la armonía,
te pones en contacto con Lo Profundo,
y esa es la llave para que algún día
te transportes a cielos de otros mundos…

Recuerda hacerle el bien a tu enemigo,
aunque nadie lo vea, ni lo comente…,
¡que no tiene importancia si no hay testigos,
pues lo estás viendo tú…, y es suficiente!

Recuerda no creerte las alabanzas,
ni prestarle tu oído a los agravios,
pues por igual, elogios y acechanzas,
¡provienen nada más que de los labios…!

Recuerda hacerle caso a tu intuición
en cada encrucijada de tu trayecto,
porque eso que te surge del corazón…
¡es lo que el alma siente como correcto…!

Recuerda que el disfrute sin disfraces,
-el regocijo pleno del instante-,
nace de estar presente en lo que haces
en el aquí y ahora palpitante…

Y recuerda por fin, criatura mía,
que eres sólo una pieza del Dominó,
pero si haces tu parte con alegría,
podrás partir sereno… ¡como ahora yo!