Cada vez que me envuelves, epifanía,
es tan indescriptible tu resplandor,
que cuando me acaricia tu energía
¡mi ser entero se vuelve puro amor!

¿De dónde viene ese precioso estado,
que te mantiene así, embelezado,
y casi, casi, como si flotaras?:
te voy a recordar “de dónde viene”,
y por qué es que su magia te sostiene,
cuando te sientes “como si volaras”.

Cada vez que me envuelves, epifanía,
haces que todo mi ser se reconecte,
y entonces, transfundido en tu maestría,
¡no hay ya nada en la Tierra que me afecte!

¿De dónde viene, pues?, ¡del ADN!
y de la “magia” que él contiene
en su precioso popurrí:
ahí está el Registro Akáshico,
con lo grandioso y con lo básico,
y hasta tu karma se halla allí.

Cada vez que me envuelves, epifanía,
con tus destellos de iluminación,
y me fusiono entero en tu armonía,
¡le pones alas a mi corazón!

Todas las vidas que tú has vivido
con lo valioso que has aprendido
y tu bagaje espiritual,
antiguas iluminaciones,
y el despertar de grandes dones…
¡siguen allí en tu ser actual!

Cada vez que me envuelves, epifanía,
es como transformarme en un farol:
no importa si es de noche o es de día,
ya no hay penumbras, ¡solamente hay sol!

Cuando la ciencia indagó lo arcano
con el Proyecto del Genoma Humano,
tropezó allí con una “zona oscura”:
un noventa por ciento “inservible”,
(¡cuando AHÍ es donde está “Lo Invisible”!),
y lo llamó “ADN basura”.

Cada vez que me envuelves, epifanía,
y allí me torno uno con tu vibrar,
me aparecen a diario sincronías,
¡y qué bella es la vida en su danzar!

Esa es la parte multidimensional
que activando la glándula pineal
nos revela “aquello que no estaba”,
y que además, como un divino plus,
hace girar nuestro portal de luz:
¡el vehículo eterno del Merkaba!

Cada vez que me envuelves, epifanía,
me propongo irradiarte alrededor:
¿qué mejor modo de transitar mi vía,
que vivir compartiendo tu esplendor?

Y tu ADN quiere contactarte:
¡es tanto lo que tiene para darte
que llenará tu vida de optimismo!,
y ante una enfermedad podrás lograr
hablarle a tu estructura celular,
y sanarlo a tu cuerpo por ti mismo.

(¡Cómo quisiera, en cada momento,
que todos mis hermanos, día a día,
pudiesen sentir esto que yo siento
cada vez que me envuelves…, epifanía!)