Se te dan desafíos para que los resuelvas…
¡no para mantenerlos indefinidamente!,
porque de nada sirve un recorrido a medias…,
la energía inconclusa…y la falta de cierre…

Y aunque parezca loco, imposible, o extraño,
lo que le pone coto a cualquier aflicción,
lo que hace que abandones ese oscuro peldaño,
¡es la pura energía de la celebración!

“¿¡Festejar esta pena que me quema por dentro…!?”
“¿¡Brindarle mis honores a este dolor profundo…!?”
“¿¡Hacerle reverencias y salir a su encuentro
cuando lo ha estremecido de raíz a mi mundo…?!”

¡Sí!, ¡claro que es difícil…!; ¡por supuesto que cuesta!,
pero “algo” en ti ya sabe que tú puedes hacerlo,
porque hay un fin sagrado latente en esa fiesta:
¡el reconocimiento de que todo es perfecto!

Cada vez que celebras por lo que estás pasando,
usas la perspectiva de tu Yo Superior,
esa que te revela causa y significado,
allí donde tus ojos veían lo peor…

Percibir el sentido de lo que te sucede,
hace que lo contemples desde un alto lugar…,
y al comprender el hecho…, el sufrimiento cede…,
porque encaja en tu Cuadro… ¡y lo puedes honrar!

Y cuando de esa forma festejas lo acaecido,
le dices a la Vida: “¡nada puede dañarme!,
¡te canto y te celebro, bendito desafío…,
porque te estoy mirando desde mi Yo más grande!”