¿¡Pero a qué le temes, compañero mío…?!
¿No es tu vida, acaso, un eterno río
que viaja hacia el mar?
¿Aún no has comprendido que tu correntada
seguirá por siempre…y que nada…¡nada!
la puede afectar…?

Vienes de los picos más extraordinarios,
mientras atraviesas por mil escenarios
al peregrinar…,
y de todos sacas lecciones valiosas…
¡que es así, mi amigo, como son las cosas,
en tu deambular…!

¡Un río no teme quedarse sin aguas…!
-cuando por la seca, las que en el desaguan,
parecen menguar-:
porque en el gran ciclo de la eterna vida,
¡sabe que hasta aquellas desaparecidas
vuelven a brotar…!

Y cuando en su paso se encuentra obstruido
por troncos…, por piedras…, -o algo parecido-,
lo aprende a vadear…,
fluyendo por cauces que crea al instante…,
mientras sigue andando, tenaz y constante,
camino hacia el mar…

¡Asúmete río, mi querido hermano…!,
o al menos, arroyo…, que un día de verano
se empeña en jugar…,
porque ha descubierto un secreto hermoso…:
¡el dulce secreto…, risueño y gozoso…,
de andar por andar…!