Pasar
por este mundo
buscando aquello
que buscan todos,
placer
y diversión,
y ostentación,
no era tu modo.

En ti
sentías vibrar
una honda sed
inexplicable:
debía haber
un “algo más”
inmensurable…

Y así
buscar la Luz
que presentías
entre la niebla,
fue al fin
la inspiración
que te hizo ver
tras la tiniebla.

Dijiste:
“¡en mi está Dios!”,
y te cambiaste
de carretera,
dejando así
ya muy atrás
“la otra manera”.

Pero después
te sucedió
lo que es usual
en estos casos,
el ver también
la Pura Luz
en los demás
a cada paso,
y eso hizo que
se llene aún más
tu propio vaso.

Tratar
a cada ser
con compasión
bien entendida,
fue para ti
en tu visión
lo más sagrado
en esta vida,
y aunque tal vez
no sea habitual
el dar por dar
sin buscar nada,
ello en ti es
algo normal
en tu jornada.

Y si acaso alguien
te hablase feo,
tan solo piensas:
“tiene un mal día”,
y sin que llegue
ni a darse cuenta
allí lo envuelves
con tu armonía,
porque al fin todos
hacemos juntos
la travesía.

Y es con el trato
manso y cercano
con el que tratas
a cada hermano,
como le muestras
al mundo el modo
del Nuevo Humano.