Eso que en el otro te molesta tanto…,
que tanto te irrita…, tanto te descentra…,
-al extremo a veces de hundirte en el llanto-,
¡…es adentro tuyo en dónde se encuentra…!

Cada vez que piensas: “¡…que falso…!”, o “¡…que necio…!”,
“¡…cuánta hipocresía…!”, o “¡…cuánto egoísmo…!”,
vas pagando, amigo, un muy duro precio…,
porque al que etiquetas…¡es siempre a ti mismo!

Si eso así no fuera…, no reaccionarías
de esa forma abrupta…, de ese modo airado…,
¡y es que en un recodo de tus energías,
“algo” en ti resuena…muy agazapado…!

Quizás tu te digas: “¡Pero no es verdad!
¡En esos defectos no me reconozco!
Podré tener otros…pero…¿falsedad?
¿cinismo?, ¿maldad?, ¿ser cruel…o ser hosco?”

¡Y es que estás mirando con mirada corta!,
viendo únicamente tu tiempo lineal…,
pero en el “Gran Ciclo”…-el que más importa-,
¡ya probaste el vino del “bien” y del “mal”!

¡Has vivido tanto en tu largo viaje…!,
-¡tantas aguas turbias miraste pasar!-,
que han quedado amigo, -de tu aprendizaje-,
heridas del alma sin cicatrizar…

Pero ahora la Vida te posibilita
que en el que está enfrente puedas contemplarte…:
…y eso que te indigna…y eso que te irrita…
¡es lo que más tienes TU que perdonarte!

Y al pasar por alto el “defecto” ajeno…
¡es a ti al que otorgas divino perdón!:
¡notar en el otro tan sólo lo bueno…
cura las heridas de tu corazón!

Cuando ya no juzgas…¡tampoco te juzgas!,
cuando no condenas…¡ya no te condenas!…,
y al dejar entonces de repartir culpas,
¡la vida se vuelve más dulce y más plena…!

…porque al perdonarte…, ¡cambia tu mirada!,
…y al mirar al otro…, ¡lo ves diferente…!,
¡y ha sido tu vida la que fue cambiada
gracias al espejo que tuviste enfrente!

Y es que somos partes de una misma “cosa”…,
¡somos ese santo…y aquél pecador…!,
y somos la espina…y somos la rosa…,
¡y es nuestro destino volvernos Amor…!