¿Por qué esa cara, mi amigo?
¿Dices que la vida es densa…,
y que por más que te esfuerzas
nunca ves la recompensa…?

¿Y dices que ya no quieres
proseguir en tu sendero…?
¡Pues déjame que te diga,
mi querido compañero!:

si miras por el estrecho
ojo de la cerradura,
¡qué breve es el horizonte
que se ve tras la ranura!

Pero cuando abres la puerta…,
y no alcanzas a abarcarlo…,
¡ves que “lo breve” se hallaba
en tu forma de mirarlo!

Del mismo modo, mi amigo,
tu punto de percepción,
te hace ver todo imperfecto…
¡o en todo ver perfección!

Si contemplas, compañero,
muy de cerca el panorama,
¡no le hallas ningún sentido
al embrollo de la trama!

No ves los significados
que hay detrás de cada evento…
¡y más tarde o más temprano
te enfermas de desaliento…!

Pero si tomas distancia,
y miras el cuadro entero…,
¡el propósito aparece
claramente, compañero!

Y percibes las causales
de porqué es que en tu destino,
se presenta cada escollo…,
cada piedra en el camino…

¡Todo se te hace evidente
ante esa visión ampliada!:
la razón de la caricia…
y la de la bofetada…

Y empiezas a darte cuenta
que hay un hilo conductor…,
¡y que siempre se ha tratado
del amor…y el desamor!

Y que cada circunstancia
que has tenido que pasar,
sólo tuvo un objetivo:
¡el de que aprendas a amar!

Amar… a cada persona
que cruzas andando aquí…,
y sobre todas las cosas…,
¡que aprendas a amarte a ti…!

¡Y es que todo cambia, amigo,
cuando dejas al final
de mirar por la ranura…,
y lo abres a tu portal…!