Deja que el mundo gire, y mientras gira,
tú en tu dulce silencio de porcelana
con los ojos cerrados, tan solo mira
pasar la vana vida, la vida vana.
Aquiétala a tu mente, deja que sea
como un lago que solo refleja calma,
y haciendo a un lado al mundo que te rodea,
repliégate hacia adentro, hacia tu alma.
Y ya desapegado de influjo alguno,
inhalando Luz pura, sube otra octava,
y suave, mansamente, tórnate uno
con el campo pulsante de tu merkaba.
Desde allí sabes que eres intocable,
que no puede llegarte ningún mal,
pues de algún modo eres “inhallable”
en tu frecuencia multidimensional.
Los virus, los microbios, las bacterias
que en tu organismo buscan tener acceso
queriendo compartirte sus miserias,
no pueden ingresar… ¿y por qué es eso?
Porque la enfermedad es siempre oscura,
es baja vibración apelmazada,
y no alcanza a rozar tu vestidura
cuando tu vibración es elevada.
¡No puede hacerlo!… cuando tu conciencia
se enlaza a tu Vehículo Esencial,
y vuelto uno con esa frecuencia,
vibras en su energía atemporal.
Y podrás ir así por tu sendero
portando la más alta inmunidad,
porque será tu escudo, compañero,
tu propia Luz, tu Angelicalidad.
Y al igual que ese lago al atardecer
que refleja espejeantes brillos de sol,
ahora el que espejee será tu Ser
al estar fusionado con tu Farol.
Y así, con mente quieta, puesto en reposo
el vaivén de sus olas interminables,
así es como permites que surja el gozo
de saberte realmente inafectable.
Mi amado Jorge:
Gracias por ese mensaje esperanzador, Dios es mi escudo y protección, nada puede pasarme si creo en su infinita y amorosa Misericordia.
Que el buen Dios te proteja y te libre de todo mal….. Te amo.
«Dios es mi escudo y protección, nada puede pasarme si creo en su infinita y amorosa Misericordia.»
¡Preciosa aseveración, querida Tere…, (tan preciosa como cierta!)
Abrazo enorme!