Todos los grandes Maestros con su mensaje de amor,
vinieron para decirte que tú eras como ellos,
y que la Divinidad que habitaba en su interior,
¡también alumbraba en ti…, y con iguales destellos…!

Te mostraron cómo era caminar sin restricciones,
poseyendo un ADN activado al cien por cien,
y te dijeron que aquellos milagros y sanaciones,
¡podías sin duda alguna producirlos tú también!

“Somos uno con el Todo”…, decían en sus sonrisas,
mientras iban apoyados en sus cañas de bambú…;
“formamos parte del Padre de una manera indivisa…,
somos uno con el Todo…, ¡pero también lo eres tú!”

“El amor es lo que importa”…, manifestaban con calma,
“no hay nada más trascendente en tu paso por aquí;
es el único alimento que la satisface al alma…,
¡pero amar sin condiciones… como te amamos a ti!”
Y como seres humanos con pleno funcionamiento,
caminaban fusionados con su parte angelical,
pero tú, en ves de encarnarlo a su alto predicamento,
¡los pusiste como dioses encima de un pedestal!

Más ellos no pretendían veneración ni alabanza,
ni buscaban de tu parte honores o adoración…,
únicamente querían que aplicaras su enseñanza,
fundiéndote dentro tuyo con tu más alta versión.

Por eso, si es que deseas honrarlos sinceramente,
y agradecerles que te hayan manifestado el camino,
has a un lado el incesante parloteo de la mente…,
ve a lo profundo de ti… ¡y únete con lo Divino…!