¿Te despiertas feliz por la mañana

paladeando la dicha de estar vivo,

sin causa y sin razón…, sin más motivo

que ver colarse el sol por tu ventana?

“¡¿Despertarse feliz?! ¡Pero que absurdo

con lo pesada y densa que es la vida!

¡Si al menos fuese un poco más fluida,

y su entramado un poco menos burdo!”

¿Es que en ti acaso el goce de vivir,

depende cada día de factores

que pueden provocarte malhumores,

y te quiten las ganas de seguir?

“¿Pero… y si tu salud es despareja?

¿O acaso pisas otras dimensiones

y el dinero te llega a borbotones,

y no hay roces jamás con tu pareja?”

¡Pues claro que transito esos percances

que pueden generar intemperancia!,

y aunque yo no provoco esas instancias,

¡elijo mi reacción ante esos trances!

Suponte que planeabas con gran gozo

el sábado en la plaza hacer gimnasia,

pero al final te quedas con las ansias…

¡porque ese día amanece lluvioso!

¿Es que acaso reaccionas con mal humor,

con decepción, con ira, con enfado,

con el enfoque de alguien amargado

a quien lo direcciona “lo exterior”?

“¡Pero eso es natural, es rebeldía,

y forma parte de nuestro libreto!

¿o es que acaso conoces un secreto

que se halla oculto para la mayoría?”

El “secreto” (si así quieres llamarlo,

aunque de “oculto” no posee nada),

es redireccionarla a tu mirada

¡y eso te cambia a ti al contemplarlo!

En el caso anterior, ves la llovizna,

en vez de “arruinadora de tus planes”,

como “un disparador” de otros afanes,

porque a tu buen humor, ¡nada lo tizna!

¿No has pensado en ser “dueño de tu enfoque”?

Si esperas que “el afuera” te haga feliz,

tu paso por el mundo será gris

cada vez que sea gris lo que te toque.

¡Es tan breve y fugaz nuestra estadía!

¿Qué tal si decidieras disfrutarla,

y entonces eligieras contemplarla

de una manera nueva cada día?

“¿Pero cómo se hace…, de qué forma

es que se sale de un atolladero,

y se comienza a andar ese sendero

en que la percepción cambia de horma?!”

Es muy sencillo y fácil en esencia:

comienzas elevando tu Intención,

y al cambiarlo a tu foco de atención,

lo elevas a tu “estado de conciencia”.

Y con la vibración así elevada

nada hay ya que consiga perturbarte:

haces que tu vivir se vuelva un arte,

y lo gozas jornada tras jornada.

Y así eres dueño de tu realidad,

pues tu modo de ver… ¡lo cambia todo!:

te centras en la flor en vez del lodo,

y te generas… ¡tu felicidad!