El pececito en su pecera
mira a su madre que nada espera,
y ante lo estrecho de ese lugar,
se auto cuestiona a su propio modo:
“¡esto tan triste no ha de ser todo:
debe haber algo que llamen mar”!

Del mismo modo, Juan o María,
ante lo insulso de cada día,
van murmurando quedo y bajito:
“¡me siento un pez en su pecera,
tiene que haber una manera
de remontarme a Lo Infinito!”

Y sin saberlo, -en su quebranto-,
reclaman “Eso” que se ansía tanto
cuando el hastío es lo habitual,
y es una Sed que experimenta
todo el que ingresa, -aún sin darse cuenta-
en un Proceso Ascensional.

Muy lentamente, Juan y María,
van cada uno en su propia vía,
buscando un modo de ser mejor:
miran talleres, oyen, desechan,
y a los valiosos los aprovechan,
mientras de a poco dan más amor.

Van meditando, aquí o allí,
mientras persiguen dentro de si
la sacra Fuente de pura paz,
y van notando que en el proceso
los pasos tienen su contrapeso:
dos adelante, uno hacia atrás.

Han elegido evolucionar,
pero comienzan a detectar
anomalías en su salud,
(dolores sin explicaciones,
agotamientos, palpitaciones),
que les generan mucha inquietud.

Aún no conocen que es pasajero,
que un “recableado” los cambia enteros
para que puedan así encarnar,
las vibraciones que van llegando
y al ADN van activando…,
¡y es duro a veces de soportar!

De un ser humano “base carbono”,
en donde el ego ocupa el trono
con su conciencia de dualidad,
mutan a uno “base cristal”,
en un gran Salto Dimensional
hacia un estado de Unidad.

¡Y claro que eso produce miedo!:
no es nada fácil salir al ruedo
cuando al vacío uno se lanza,
pero a ese reto no le rehúyen,
pues de algún modo ambos intuyen
¡que el puente surge mientras avanzan!

También perciben que una energía
de bondad pura y de alegría
les brota ahora del Corazón:
ese es el Timo que al fin despierta
y al irse abriendo su Noble Puerta,
¡entra un torrente de Compasión!

Y mientras sueltan su vieja historia
y las creencias ilusorias
que los frenaban en su fluir,
se van volviendo más luminosos,
y en ese flujo de puro gozo
¡ya no hay más nada que perseguir!

Y navegando ese proceso,
van comprobando con embeleso,
que Lo Infinito no era un lugar:
en medio de su epifanía,
ahora ya saben, Juan y María…,
¡que es una forma de vibrar!