Me preguntas, hijo mío, qué es esto de “la ascensión”,
y si es cierto que coexisten diferentes dimensiones…,
y aunque no sea suficiente una breve explicación,
trataré de que comprendas estas consideraciones.

Cada dimensión en sí, no implica espacio o lugar:
es un nivel vibratorio…, un estado de conciencia,
como un tablero de juegos en que se puede jugar
un juego muy diferente… y con diferentes reglas.

La tercera dimensión, es ésta en que nos movemos,
y en la que todo aparenta ser sólido y material,
donde hay pasado y futuro, porque el tiempo en que creemos,
es el que marca el reloj…, el tiempo sólo lineal.

La dualidad es el marco que fija nuestras creencias:
blanco y negro…, bueno y malo…, vida y muerte…, guerra y paz…;
la lógica racional modela las experiencias,
y la intuición se deshecha…, por volátil y fugaz.

El amor en este plano es siempre “condicionado”:
las personas se enamoran… y al poco tiempo se apartan,
pues el sentir que los une es estrecho y limitado…
(cuando aman sin condiciones, están vibrando en “la cuarta”).

Y en casi todos nosotros nuestro cerebro trabaja
en forma predominante con el hemisferio izquierdo,
su accionar es restringido, y su perfomance es baja:
emplea su potencial a un diez o un quince por ciento.

En la tres D. no elegimos: siempre estamos “reaccionando”
de acuerdo a cómo nos “pegan” las cosas o circunstancias,
y entonces, al no elegir nuestro modo de ir actuando,
“nos manejan” los programas grabados en nuestra infancia.

Y la mayoría actúa en “modo superviviente”:
se mueven por la ambición, o por la necesidad,
y el “modo Iluminación” casi nunca está presente,
porque predomina, hijo, la superficialidad.

“Dime que cambia, papá, con la cuarta dimensión”.
En la cuarta, muchachito, la dualidad se atenúa,
y dejas de juzgar todo, pues miras con compasión…
¡porque el amor prevalece cuando la luz se acentúa!.

Al tiempo se lo vivencia de manera diferente:
la percepción abandona la vieja linealidad,
y sin ayer ni mañana, en un contínuo presente,
cada “ahora” es en si mismo un soplo de eternidad.

El cerebro pone en marcha sus tremendos potenciales
y surgen sinapsis nuevas en el mapa neuronal,
y al armonizarse ambos hemisferios cerebrales,
la creatividad florece de manera magistral.

La gente empieza a guiarse por una “voz silenciosa”
que oyen en su corazón en los momentos de calma…,
ella les da sugerencias inmensamente valiosas,
¡porque esa “voz silenciosa” es el lenguaje del alma!.

Comprenden que “lo de afuera” es copia de “lo de adentro”,
y que siempre es cada uno quien crea su realidad;
aprenden a establecerse en el centro de su centro,
y ya no quieren mentir: sólo dicen la verdad…

Suavemente se desprenden del drama y del pesimismo
y van haciendo a un costado lo oscuro que les pasó,
y empiezan a ver la vida con luminoso optimismo…
“Y dime, pá…, este proceso…, ¿acaso ya comenzó…?”

Hubo un mes clave, hijo mío: diciembre del dos mil doce,
cuando el planeta completo ascendió de dimensión,
y como nuestra frecuencia su vibración reconoce,
también se ha dado en nosotros el proceso de ascensión.

Hoy, una Nueva Energía que viene de las estrellas,
-una pulsación sagrada que llega del Sol Central-,
potencia nuestro ADN dejándonos una huella
de paz, de luz y armonía con su roce celestial.

¡Celebremos, hijo mío, que ascendió nuestro planeta,
y que ya estamos entrando en la cuarta dimensión,
y en consonancia con ello, ya la humanidad completa,
de a poco, muy gradualmente , va abriendo su corazón!.