Al contemplar el río de mi vida,
de un antiguo dolor me quedé preso…
y una voz murmuró muy dentro mío:
“¡Desidentificate…! ¡No eres eso…!”
Después, al continuar el recorrido,
me alarmaron mis faltas…mis excesos…,
pero la voz prosiguió susurrando:
“¡Desidentificate…! ¡No eres eso…!”
Me detuve en un cuadro en especial,
que de una gran angustia estaba impreso…,
y otra vez esa voz siguió diciendo:
“¡Desidentificate…! ¡No eres eso…!”
Incluso ante los hechos más hermosos
-¡cuando la vida nos regala un beso!-,
también la voz de nuevo repetía:
“¡Desidentificate…! ¡No eres eso…!”
“¡¿Qué soy entonces…?!”…pregunté enfadado
y un poco confundido, -lo confieso-,
“Eres –dijo la voz muy suavemente-,
¡el que planificó todo el proceso…!”.